Roger Waters: frenética tormenta en Monterrey

Hay de espectáculos a espectáculos, y el de Roger Waters es uno de los más impresionantes que todo melómano debería experimentar en su vida. Mucho se habla de las toneladas de producción que lleva consigo; de la calidad de equipo musical que lo acompaña; de la energía que lo arropa a sus setenta y tantos ... Leer más

Roger Waters en Monterrey

Hay de espectáculos a espectáculos, y el de Roger Waters es uno de los más impresionantes que todo melómano debería experimentar en su vida.

Mucho se habla de las toneladas de producción que lleva consigo; de la calidad de equipo musical que lo acompaña; de la energía que lo arropa a sus setenta y tantos años. Pero sin duda, algo de lo más valorable en el show es el ambiente que crea, es su habilidad para transportar a otro mundo a través de historias visuales y sonoras que, por más poderosa que sea la música, no dejan de crear un nudo en la garganta en quienes lo presencian. Y es ahí lo que hace la diferencia de cualquier otro espectáculo de primer mundo.

La frenética noche en Monterrey arrancó temprano, puntual. Eran las 21:00 horas y ya se podía sentir que «una tormenta se avecinaba», pues una neblina forraba ya la Arena Monterrey junto con el imponente escenario y sus estructuras en forma de cruz que daban apenas una pequeña muestra de lo mucho que se viviría esa noche.

Algunos connatos de truenos, no tan fuertes como los que aún estaban por llegar, anticipaban la llegada del ícono mundial.

A diferencia de un concierto común, esta vez estuvo ausente el playlist previo al show. No se escucharon canciones, no hubo pantallas grabando al público y haciendo más amena su espera; fue misticismo y lo que reinó en el lugar.

De pronto la primer llamada de atención llegó; la cuenta regresiva ya iniciaba:

“Ladies and gentleman the show will start in 15 minutes”, pronunció una poderosa voz, exaltando a todos los ya muy eufóricos presentes.

roger waters en monterrey
Foto: Gustavo Torres

21:15 horas: las luces cedieron y el cruzado escenario cobró vida. Impresionantes visuales con un trasfondo muy a lo Waters e innumerables frases fueron las protagonistas de lo que se veía en pantalla.

El audio retumbaba imponente por cada rincón del lugar, mientras el espectáculo era alucinante desde cualquier zona desde donde se visualizara. El mismo Waters lo dijo: This Is Not A Drill Tour es un espectáculo cinematográfico.

De pronto, la cruz con todo y sus toneladas en peso comenzó a elevarse y las luces rojas apuntaron a uno de los extremos del escenario: Roger Waters estaba en casa.

El cautivante bajeo de «Comfortably Numb» dio inicio a la noche desatando ovaciones a diestra y siniestra por todo el lugar. El impacto duró su buen tiempo, pues para cuando interpretó «The Bar» el público seguía inmerso en el paisaje del espectáculo.

Dos grandes joyas fueron de las más ovacionadas de la noche, pues «Another Brick in the Wall» en su partes 2 y 3 cautivaron por completo a toda la audiencia. «Have a Cigar», «Wish You Were Here» (que regaló un momento por demás emotivo) y «Shine in You Crazy Diamond» fueron también todo un deleite.

Los inflables que caracterizan a sus shows por supuesto que estuvieron presentes: En «Sheep» se tuvo volando por los cielos del recinto a la enorme oveja. Y más tarde fue el característico cerdo el que se encargo de sobrevolar la zona.

Tras haber transcurrido la mitad del show, Roger Waters regresó pero ahora uniformado, y victorioso dio pie a «In the flesh».

A lo largo de la noche las pantallas abordaron de forma visual polémicos e importantes temas como los crímenes de guerra, abuso policíaco, aborto, derecho al aborto, transfobia, abuso de poder desde los altos mandos, entre muchos otros. Era imposible poder despegar los ojos de lo que se narraba a través de los metrajes.

Y también tuvimos la otra cara de la moneda, donde se mostraban algunas imágenes que recordaban a la icónica Pink Floyd a la que la mente maestra de Roger Waters dio vida.

«Outside the wall» fue el tema final de la noche, con el que el público, conformado por 15 mil almas (cifra oficial) dijo adiós a un día épico marcado por un concierto frenético y espectacular.

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Arena Monterrey, Roger Waters

Hay de espectáculos a espectáculos, y el de Roger Waters es uno de los más impresionantes que todo melómano debería experimentar en su vida.

Mucho se habla de las toneladas de producción que lleva consigo; de la calidad de equipo musical que lo acompaña; de la energía que lo arropa a sus setenta y tantos años. Pero sin duda, algo de lo más valorable en el show es el ambiente que crea, es su habilidad para transportar a otro mundo a través de historias visuales y sonoras que, por más poderosa que sea la música, no dejan de crear un nudo en la garganta en quienes lo presencian. Y es ahí lo que hace la diferencia de cualquier otro espectáculo de primer mundo.

La frenética noche en Monterrey arrancó temprano, puntual. Eran las 21:00 horas y ya se podía sentir que «una tormenta se avecinaba», pues una neblina forraba ya la Arena Monterrey junto con el imponente escenario y sus estructuras en forma de cruz que daban apenas una pequeña muestra de lo mucho que se viviría esa noche.

Algunos connatos de truenos, no tan fuertes como los que aún estaban por llegar, anticipaban la llegada del ícono mundial.

A diferencia de un concierto común, esta vez estuvo ausente el playlist previo al show. No se escucharon canciones, no hubo pantallas grabando al público y haciendo más amena su espera; fue misticismo y lo que reinó en el lugar.

De pronto la primer llamada de atención llegó; la cuenta regresiva ya iniciaba:

“Ladies and gentleman the show will start in 15 minutes”, pronunció una poderosa voz, exaltando a todos los ya muy eufóricos presentes.

roger waters en monterrey
Foto: Gustavo Torres

21:15 horas: las luces cedieron y el cruzado escenario cobró vida. Impresionantes visuales con un trasfondo muy a lo Waters e innumerables frases fueron las protagonistas de lo que se veía en pantalla.

El audio retumbaba imponente por cada rincón del lugar, mientras el espectáculo era alucinante desde cualquier zona desde donde se visualizara. El mismo Waters lo dijo: This Is Not A Drill Tour es un espectáculo cinematográfico.

De pronto, la cruz con todo y sus toneladas en peso comenzó a elevarse y las luces rojas apuntaron a uno de los extremos del escenario: Roger Waters estaba en casa.

El cautivante bajeo de «Comfortably Numb» dio inicio a la noche desatando ovaciones a diestra y siniestra por todo el lugar. El impacto duró su buen tiempo, pues para cuando interpretó «The Bar» el público seguía inmerso en el paisaje del espectáculo.

Dos grandes joyas fueron de las más ovacionadas de la noche, pues «Another Brick in the Wall» en su partes 2 y 3 cautivaron por completo a toda la audiencia. «Have a Cigar», «Wish You Were Here» (que regaló un momento por demás emotivo) y «Shine in You Crazy Diamond» fueron también todo un deleite.

Los inflables que caracterizan a sus shows por supuesto que estuvieron presentes: En «Sheep» se tuvo volando por los cielos del recinto a la enorme oveja. Y más tarde fue el característico cerdo el que se encargo de sobrevolar la zona.

Tras haber transcurrido la mitad del show, Roger Waters regresó pero ahora uniformado, y victorioso dio pie a «In the flesh».

A lo largo de la noche las pantallas abordaron de forma visual polémicos e importantes temas como los crímenes de guerra, abuso policíaco, aborto, derecho al aborto, transfobia, abuso de poder desde los altos mandos, entre muchos otros. Era imposible poder despegar los ojos de lo que se narraba a través de los metrajes.

Y también tuvimos la otra cara de la moneda, donde se mostraban algunas imágenes que recordaban a la icónica Pink Floyd a la que la mente maestra de Roger Waters dio vida.

«Outside the wall» fue el tema final de la noche, con el que el público, conformado por 15 mil almas (cifra oficial) dijo adiós a un día épico marcado por un concierto frenético y espectacular.

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