Un trágico accidente de avión, 3 promesas apagadas (hoy leyendas) y la ferocidad de la muerte marcan a este fatídico día conocido como «el día que murió la música».
«So bye-bye, Miss American Pie…» reza la estrofa de la famosa canción compuesta por Don McLean, misma con la que rememora uno de los episodios más trágicos de la historia de la música: el del 3 de febrero de 1959.
Han pasado ya más de 6 décadas desde que este fatídico día marcó a la industria, que apenas estaba viendo emerger a quienes pintaban para íconos creadores de clásicos que virían de por vida. Pero nos quedaron debiendo. Muchos años, de hecho.
¿Qué pasó el día en que murió la música?
Era 1959 y la industria musical vivía una época dorada. Por las aguas del rock and roll ya navegaban grandes nombres como el de Little Richard, Jerry Lee Lewis o Carl Perkins. La voz y pose de Elvis ya cautivaba a los Estados Unidos. Mientras que Sam Cooke se debatía contra la marea de la desigualdad en el USA de aquel entonces en una lucha donde su voz e intelecto era más fuerte (aunque no lo suficiente como para ganar la injusta lucha contra la sociedad que años después traería sus consecuencias).
Estas aguas con nutrientes musicales de calidad regaban las raíces de talentos emergentes dotados de una capacidad musical nata, impecable. Algunos liderados por el perfeccionismo; otros por la pasión. Entre estas joyas estaban ellos tres: Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper (J. P. Richardson).
Está de más decir que, evidentemente, además de ya ser un fenómeno en Estados Unidos, eran candidatos a convertirse en estrellas del rock and roll debido a lo que habían aportado a la música a su corta edad.
Ninguno d elos tres jóvenes músicos tenía siquiera la década cumplida dentro de la música. El más grande era Bopper, con 28 años, y apenas 9 de éstos dedicados a los ritmos y melodías. Holly tenía solo 22 años, y era admirado por su ingenio, si incansable cerebro generador de ideas, y inteligencia musical y su manera de transmitir. Valens era solo un chiquillo, un adolescente, tenia solo 17 años y ya era un as en la guitarra. «La Bamba» fue llevada a EU por él, y era la primer figura de ascendencia mexicana en triunfar sobre los escenarios del rock and roll. Todos pioneros en el arte del rock.
La química de este tandem y lo que provocaban en el público era cosa de otro mundo, por lo que se fusionaron para emprender una gira especial (la Winter Dance Party) en medio del invierno. Pero no cualquier invierno, sino aquel del norte de los Estados Unidos. Estamos hablando de heladas, pisos resbaladizos y nieve a la altura de la cintura. En este contexto, pasar una extensa gira logísticamente mal organizada con un camión que tiene el clima averiado no puede traer algo bueno, y el resultado fue un fuerte resfriado que atacó a The Dig Bopper.
El trío se encontraba en Clear Lake, Iowa, y al ver el estado de su colega, el camino que les esperaba por delante, el inmenso frío y el nulo reparo del clima del transporte, Buddy Holly optó por alquilar un avión para llegar más rápido a su próximo destino, en Moorhead, Minnesota, no sufrir frío y además ganar un día más de descanso.
En ese momento el joven músico creador del éxito «Everyday» ya se encontraba separado de The Crickets, por lo que a la gira lo acompañaban sus colegas Waylon Jennings, Tommy Allsup y Carl Bunch. En el avión alquilado solo podían volar 2 personas más además de Buddy y el piloto, por lo que se decidió que Bopper (con su avanzado resfriado) tomara el lugar de Jennings en el avión. El último lugar disponible se decidió con un volado «cara o cruz» entre Allsup y Ritchie Valens. «Ganó» Valens.
Sin embargo, el concierto de Moorhead, Minnesota nunca llegó. Dwyer, quien era el dueño de la compañía de vuelo, vio el vehículo despegar… pero nunca supo de su aterrizaje. El avión alquilado, que era piloteado por un joven de 22 años llamado Roger Peterson, sufrió un accidente.
Fue Dwyer, el dueño, quien tomó un avión para comenzar la búsqueda de la otra aeronave, puesto que no había logrado tener comunicación con Peterson y, por ende, el aterrizaje nunca fue confirmado. Minutos después de despegar se encontró con la fatídica escena: el avión se encontraba deshecho junto a la cerca de una propiedad ubicada en un campo de maíz. No había sobrevivientes.
A metros de la escena se encontraban los cuerpos de Buddy y Valens. Del otro lado de la cerca estaba el de The Big Bopper. El de Peterson, el joven piloto, estaba aún dentro de los restos del avión. Fue el mismo Dwyer quien tuvo que reconocer los cuerpos.
Los medios de comunicación se enteraron y rápidamente comenzaron a difundir la noticia debido a las figuras que la protagonizaban. Pero en ese entonces las reglas en los medios eran distintas y se permitía informar sobre las muertes sin filtro, por lo que fue a través del noticiero que la esposa de Buddy y también su madre de enteraron de su muerte.
Fue un suceso que marcó la música. Los tres eran grandes promesas del rock and roll, de la industria musical en sí. Eran jóvenes. Incluso Valens tenía apenas 2 años sobresaliendo. Y en un abrir y cerrar de ojos sus vidas se apagaron.
Con poco tiempo hicieron mucho. Lo generado durante sus días como músicos sobre la tierra ha sido legado para las generaciones posteriores. Y lo sigue siendo.
«American Pie» – Don McLean
Doce años después, en 1971 el acontecimiento seguía haciendo eco, y fue el músico Don McLean quien se encargó de inmortalizando en una canción que hoy es reconocida como el principal homenaje musical a las tres joyas perdidas.
Durante los ocho minutos de duración que tiene el tema, McLean relata poéticamente lo que significó esta pérdida para la historia de Estados Unidos, todo esto a través de referencias a objetos o situaciones icónicamente americanas, e incluso haciendo una especia de analogía entre el rock and roll y la religión, con sus respectivos simbolismos.
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